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domingo, 14 de mayo de 2017

SABEMOS LO QUE DEBEMOS COMER PERO COMEMOS OTRA COSA



Imagen: Piramide de la alimentacion saludable de la Socieda Española de Nutricion Comunitaria

Ultimamente los programas de gastronomía en TV están de moda y gozan de buena audiencia. Las consultas sobre alimentación y Nutrición no dejan de crecer en la red. Sabemos más que nunca de como deberíamos comer. En una frase deberíamos seguir la dieta mediterránea. Alimentos frescos , preferentemente vegetales, hortalizas; frutos secos, pescado  y moderación en carnes rojas, lácteos y vino. La piramide nutricional de la SENC lo dice todo gráficamente. Tambien es importante los buenos hábitos, el ejercicio, la correcta hidratación.
Todo esto lo sabemos , pero no siempre lo hacemos por falta de tiempo, pereza, u otras razones.
Hoy el mundo produce mas alimentos que nunca y pueden abastecer a la población mundial. Si hay zonas con hambruna es por la mala distribución, las guerras, la codicia y los negocios de algunos.
Cada vez nos importa más lo que comemos, y no solo por motivos de salud, sino también por el impacto negativo que la producción de alimentos a gran escala tiene sobre la biodiversidad y el medio ambiente.
Lo cierto es que la inquietud por la comida no ha hecho más que ir en aumento. El último culpable señalado es el aceite de palma. Es una grasa saturada perjudicial, sobre todo porque es el ingrediente favorito en productos procesados como la bollería industrial y las patatas fritas. Además, su cultivo intensivo en el sureste asiático ha provocado la destrucción de bosques tropicales, ha puesto en peligro de extinción a gran cantidad de seres vivos, como el orangután, y ha incrementado las emisiones de CO².
“Sabemos de sus efectos nocivos desde los años noventa”, explica Emilio Martínez de Victoria, catedrático de Fisiología en el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Granada. “Sin este aceite, la pastelería industrial no sería tan apetitosa. A veces se retira como ingrediente y se sustituye por aceite de coco hidrogenado, que aún es peor”, advierte. “Lo que hay que hacer es no comer tantos productos procesados”.

No mata el veneno, sino la dosis. Es lo que piensa José Miguel Mulet, profesor de biotecnología de la Universidad Politécnica de Valencia y autor de Comer sin miedo. “Hay temores infundados, como los transgénicos, los aditivos, el aceite de palma y lo próximo estoy seguro de que va a ser el glutamato, un potenciador del sabor que tiene mala fama, pero tampoco es para tanto”, asegura. Si bien reconoce que el aceite de palma “suele estar en los alimentos más desaconsejables”.
 “Hay mucha información, a veces contradictoria, y esto genera confusión”, coincide el nutricionista Juan Revenga. “La ciencia avanza y lo que ayer era bueno ya no lo es; además los intereses comerciales condicionan los reclamos; los medios a veces desinforman, y, no lo neguemos, los consumidores compramos los mensajes que queremos oír”, añade el autor de Adelgázame, miénteme. Su receta: espíritu crítico y formación.
Por un lado crece la lista de alimentos sospechosos (gluten, leche con o sin lactosa, carne, azúcar), y por otro entran en el cesto de la compra los llamados superalimentos (quinoa y el kale o col rizada), que se ponen de moda.
Por el momento no hay pruebas científicas que indiquen que dejar el gluten o la lactosa beneficie a quienes no tienen una intolerancia.
En cambio, la evidencia indica que, a medida que se incrementa el peso en la dieta de las proteínas vegetales sobre las animales, hay una menor mortalidad cardiovascular y menos diagnósticos de cáncer. En cuanto al azúcar, su abuso se señala como uno de los culpables de la epidemia de obesidad.
Demasiados productos ultraprocesados, muy pocas verduras y frutas, demasiada comida rápida y poca cocina casera. Este es el cóctel letal desde el punto de vista de la salud. Juan Revenga opina que la cocina se ha trasladado al sillón. “Los programas relacionados con la gastronomía tienen grandes audiencias pero la gente no sabe cocinar; se ha cortado la transmisión de la cultura culinaria”, afirma y recomienda dedicar más tiempo a los fogones. “Creo que no hay que dejarse llevar por las modas, y excluir ingredientes de la dieta porque sí, sino saber lo que es sano y le sienta bien a cada uno, sin extremismos”, opina la chilena Antonia Tagle, asesora en alimentación saludable.
Lo ecológico suscita un acalorado debate, como si es mejor para la salud comer una naranja ‘bio’ o una convencional
 “La agricultura moderna (semillas y variedades mejoradas, uso de fertilizantes, y protección de las plantas y de los animales frente a las plagas y las enfermedades) ha sido clave para que la producción creciera a un ritmo suficiente para proporcionar alimentos diversos y de calidad a una población cada vez mayor”, explica Alexandre Meybeck, especialista en cambio climático de la FAO. “Pero hay inconvenientes derivados de prácticas que no siempre han tenido en cuenta una gestión sostenible de los recursos naturales”. El uso intensivo de pesticidas —un negocio en crecimiento que mueve 50.000 millones de dólares al año— es una de las causas de que estén desapareciendo las abejas, de cuya polinización depende gran parte de la producción mundial de alimentos.
El uso de antibióticos en el ganado tiene un gran impacto: está relacionado con la mayor resistencia a estos medicamentos entre los humanos. Además, la producción de carne es un gran generador de emisiones de efecto invernadero. “La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria promueve que los científicos busquemos alternativas para disminuir los antibióticos sin afectar la producción”, explica Martínez de Victoria. “Cada vez nos alimentamos con un número más limitado de especies y se están perdiendo muchas”.

¿Los alimentos ecológicos son una alternativa?
Para Dolores Raigón, está claro el beneficio. La normativa europea obliga a que esta producción esté exenta de “sustancias químicas de síntesis que tienen repercusiones sobre la salud y el medio ambiente”.
Respecto al valor nutricional, la investigadora argumenta que “hay polémica porque las concentraciones de nutrientes son muy variables entre alimentos y las comparaciones son difíciles”. Los avances al respecto, añade, son recientes, porque la existencia de los cultivos ecológicos certificados también lo es.
En su laboratorio, la ingeniera ha detectado, por ejemplo, más vitamina C en cítricos y pimientos. Otros estudios han encontrado un mayor nivel de antioxidantes.
Mulet, un escéptico confeso de lo ecológico, discrepa y pone el acento en que “estos productos en proporción acumulan más alertas alimentarias por contaminación de E. coli o micotoxinas”. Desde el punto de vista nutricional, opina que no existen pruebas contundentes de que sean mejores que los convencionales.
España ha aumentado un 40% en dos años la demanda interna de productos ecológicos y se encuentra entre los 10 países que más los consumen. Brenda Chávez cuenta en Tu consumo puede cambiar el mundo (Península) que España es el líder europeo en ecoagricultura, “la sexta potencia mundial con 1,8 millones de hectáreas”. La periodista detalla cómo la industria se ha alejado de “la alimentación de siempre”, ha monopolizado la producción y reducido la capacidad de los pequeños y medianos productores.

1 comentario:

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